La varicela es una enfermedad de las llamadas “benignas”, es decir, que por lo general cursa sin complicaciones y la recuperación normalmente es buena. Es de tipo estacional: en climas templados como el de la Ciudad de Buenos Aires la mayoría de casos ocurre de fines de invierno a principios de primavera. Es una enfermedad infecciosa, causada por el virus varicela-zóster, que también causa el herpes zóster, comúnmente conocido como culebrilla. Es una enfermedad muy contagiosa, y se calcula que entre el 80 % y el 90 % de las personas con contacto cercano se contagian, ya sea mediante contacto directo (al tocar las ampollas), por el aire (por estornudos o tos) o por contacto con objetos contaminados (como la ropa).
Síntomas y prevención de la varicela
La varicela tiene un período de incubación de dos a tres semanas. Se manifiesta con fiebre, dolor de cabeza, malestar corporal general, pérdida de apetito y, en algunos casos, vómitos. Luego aparecen ampollas en el cuerpo, que evolucionan hasta convertirse en costras, que terminan desprendiéndose después de una o dos semanas.
Cuando las ampollas se han secado y se presentan como costra es una señal de que se ha superado la etapa de contagio.
En casi todos los casos aparece en niños comprendidos entre los 1 y los 14 años, siendo la franja etaria más frecuente la que va de 5 a 9 años.
La mejor forma de prevención es la vacuna, que circula desde 1984 y protege en un 80% de los casos. Los que se contagian aun teniendo la vacuna normalmente cursan una forma leve de la enfermedad.
En Argentina se agregó al calendario nacional de vacunación en 2015. La segunda dosis se sumó en este 2022, para niños y niñas de 5 años.
El Ministerio de Salud informa que “en Argentina, previo a la introducción de la vacuna al Calendario Nacional de Vacunación, se estimaban alrededor de 400.000 casos nuevos cada año”.
Se estima que globalmente hay entre 80 y 90 millones de casos al año. En 2015 se reportaron 6.400 muertes a nivel mundial debidas a la enfermedad.
5 recomendaciones para no rascarse
Una de las mayores preocupaciones cuando un niño tiene varicela es que no se rasque las ampollas, ya que eso desgarra la piel y, posteriormente, quedarán cicatrices. Por otra parte, rascarse favorece el ingreso de bacterias, lo que podría causar una infección secundaria.
Estas son cinco acciones que se pueden tomar para lidiar con la picazón de las ampollas y no tener que lamentar daños irreparables más adelante.
- Puede parecer obvio, pero lo primero es generar conciencia en el niño de la importancia de no rascarse. Para evitar daños mayores si lo hace sin darse cuenta, conviene cortarle las uñas.
- Protegerlo de los rayos del sol, porque su exposición excesiva también promueve la aparición de cicatrices.
- Para evitar infecciones bacterianas (que pueden favorecer el picor), conviene dar baños cortos con jabón neutro y agua no demasiado caliente.
- Para disminuir la sensación de picazón se debe usar ropa holgada (preferentemente de algodón) y mantener un ambiente fresco en el dormitorio.
- Existen diversos productos en el mercado para disminuir la picazón, que dan buenos resultados.
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